En el ámbito de la investigación científica ha ocurrido un acontecimiento trascendente para la humanidad: un japonés de apenas 26 años ha creado un microhígado de 4 milímetros. Lo ha logrado con células madre denominadas IPS (o células normales de la piel reprogramadas para poder convertirse en cualquier familia celular).
Este órgano fabricado ha sido trasplantado a ratones de laboratorio y a la fecha ha funcionado; lo que significa a futuro, una esperanza para la fabricación de órganos para trasplantes en seres humanos. Esto evitaría lo que pasa en el presente: una lista de espera para acceder al trasplante de un órgano a ser colectado de una persona fallecida y que necesariamente antes de morir haya tenido la previsión de decidir la donación de sus órganos, y luego el tema de la compatibilidad. Actualmente en España entre 66 y 88 de los 1,100 pacientes que necesitan un hígado, morirán antes de recibirlo.
Este gran científico japonés entiende que la técnica aplicada para la fabricación de un hígado, pudiera ser prometedora para la fabricación de páncreas, así como de pulmones y tiroides. Esta investigación representa un paso trascendental de la ciencia en la preservación de la vida.
Ha respondido el investigador, que los primeros ensayos clínicos con seres humanos llegarán en un tiempo estimado de siete años. Considera también que uno de los aspectos que debe ser evaluado cuidadosamente es el riesgo de que ese órgano fabricado desarrolle tumores. Han dado un seguimiento de seis meses a los ratones trasplantados y a la fecha no se han formado, por lo que está muy optimista.
Recordemos que el premio Nóbel de medicina del pasado año lo obtuvieron dos científicos, un japonés (Yamanaka) y un británico (Gurdon), por sus descubrimientos sobre la reprogramación celular. Estos dos investigadores han logrado convertir en el laboratorio, células de la piel, por ejemplo, en neuronas. Su gran descubrimiento es que las células pueden ser reprogramadas en el laboratorio.
Esto quiere decir que se puede borrar y reescribir el programa de una célula. Por ejemplo, ahora es posible borrar el programa de células musculares y crear un tipo de célula con las características de las embrionarias, por lo que pueden multiplicarse en el laboratorio, de forma ilimitada; que pueden ser reprogramadas para que se conviertan en el tipo de célula que se necesita para regenerar un órgano o un determinado tejido.
Con este descubrimiento ya el dilema ético de la manipulación en el laboratorio de células embrionarias, no tendrá que ser enfrentado.
En conclusión, ya no es necesario recurrir a células madre de origen embrionario, siendo posible crear de una célula adulta, cualquier tipo de célula. Antes esto tan solo se podía lograr de una célula embrionaria.
Basado en este trascendente descubrimiento es que se ha apoyado el investigador japonés Takanori Takebe para la fabricación de un microhígado en el laboratorio.
Observemos que en Japón como en el Reino Unido, Estados Unidos y países de Europa todos estos experimentos se hacen en base a protocolos de investigación rigurosos, que se toman décadas hasta llegar a la fase experimental con seres humanos y en ningún caso se anticipan terapias que ponen en riesgo la vida de las personas.
Para nadie es un secreto que el gran boom de la medicina son las células madre y que en ellas están cifradas grandes esperanzas para la cura de enfermedades que la medicina tradicional no ha podido lograr.
En nuestros países hay que estar vigilantes para evitar que buscadores de fortunas rápidas, sin el aval de un protocolo de investigación debidamente aprobado y culminado, comiencen a aplicar terapias que no se sabe las consecuencias que pudieran derivar, pues no ha sido comprobada su inocuidad.
La consigna es promover el avance científico, pero al mismo tiempo detener los inventos que no estén sustentados científicamente y evitar que nuestra gente sea usada de “conejillo de indias”. En esto tiene un gran reto el Ministerio de Salud Pública y el Consejo Nacional de Bioética en Salud (Conabios).